viernes, 26 de septiembre de 2014

El Pujadas: un clásico en resistencia

Los edificios que acompañaban al emblemático Pujadas ya no existen. Ahora este mítico bar se encuentra resistiendo entre improvisados pasos de peatones (peligrosos y mal puestos, dicho sea de paso) y restos de los derribos de las construcciones que iban del Paseo Llorenç Serra hasta Francesc Macià, donde empieza este lugar de modesta apariencia.  De acuerdo con información de el periódico local El Mirall, el Pujadas no ha sido derribado porque no se ha llegado a un acuerdo económico.
Más allá de esta información conyuntural, está la presencia de un restaurante por el que han pasado miles y miles de colomenses y forasteros. Un verdadero modelo de negocio familiar (padre tras la barra limpiando anchoas y sirviendo tragos, madre entre las mesas poniendo manteles y cuidando que todo sea correcto, hijo cortando jamón y haciendo cuentas, e hija tras los fogones).
Quizá este es el lugar que más veces he visitado en mi vida colomense, de ahí que tenga una amplia variedad de experiencias, en su inmensa mayoría buenas. 
Cuando hago estas crónicas procuro evaluar mi última visita, aquella en la que voy con ojo clínico a juzgar lo que antes simplemente me zampaba sin mayor análisis o, a veces, con un análisis somero que no trascendía la mesa. Esta vez contaré un poco de todo, pues además de ser un sitio archiconocido, prefiero contar las anécdotas que nos hacen volver una y otra vez al mismo lugar y que siempre están emparentadas con la comida y la bebida pero también con el buen trato y con estar a gusto.
Para documentar la calidad de la comida, podría hablar del día en que el estupendo jamón que sirven hizo que una amiga musulmana se olvidara de lo halal y lo haram y terminara comiéndose medio plato de este manjar.  También podría hablar de cuando un amigo llevó su tupperware para comprarle a una chica de la que estaba enamorado una ración de croquetas de setas con el siguiente mensaje: "Solo en Catalunya encontrarás esto. No te vayas". 


Buen jamón: bien cortado, bien servido.
Para documentar la calidad del personal, podría contar las muchas veces que he tenido que salir por la puerta del patio, porque ya están cerrando y limpiando y con una sonrisa de cansancio te recuerdan que llevan tolerándote a ti y a tu grupo desde que habías llegado para comer. O la vez que un abuelo se plantó a medio pasillo a cantar saeta tras saeta y después un coro se lanzó a (des)entonar villancicos y otras canciones vernáculas.
Lo bueno del Pujadas es que además de las tapas (favor de no perderse las mejores anchoas de Santa Coloma), tiene una cocina que se ha ido renovando. Si bien el local es bastante anticuado y la decoración oscila entre salón familiar y el típico bar de currantes, aunque eso, ciertamente, también tiene su gracia; la cocina sin hacer un alarde de modernidad que no vendría al caso, ofrece platillos nuevos y sorprendentes pues además de la carta siempre hay sugerencias variadas y apetitosas.  Soy de la idea de que cuando se sabe que hay una buena cocina, lo mejor que se puede hacer es elegir aquello que vaya guisado.  Por ejemplo, el estofado de jabalí o el marmitako,  pues son preparaciones en las que se detecta el buen hacer en los fogones. Tampoco defrauda la paella e incluso las ensaladas son bastante graciosas.
Pincho de corazón de alcachofa con anchoa

Si se tiene estómago para llegar al postre, favor de preferir los caseros: crema catalana o alguna tarta, en particular la de queso. 
¿Los baños? pequeños y limpios siempre. 
Pero no todo son flores, no.  Hay un par de cosas que no me gustan de este sitio: que no acepten tarjetas y que tengan esos horarios. El único día que puedes ir a cenar es el viernes y casi mejor si reservas porque según qué día te puedes quedar sin mesa. El sábado no abren.  El resto de días si quieres ir a comer, muy bien, pero ni pienses en ir a cenar a menos que tengas horario inglés pues cierran a las 7.
Por lo demás, tema calidad-precio: bien, sobre todo en lo referente al jamón que es de una calidad superior al de buena parte de los establecimientos colomenses y a un precio razonable. No, no hay tapa con consumición y tampoco hay bravas. Hay unas patatas al caliu estupendas, eso sí.
Por cuestiones técnicas solo tengo estas dos fotos que ilustran mi post. En mi cabeza, tengo miles de escenas y de platillos.  Seguro que buena parte de los que lean esto también tendrán sus imágenes mentales y personales del Pujadas. Ojalá nos las compartieran y nos dejaran algún comentario.

Av. de Francesc Macià 8.
933862653 (aceptan reservas)
Horarios: 7 am a 7 pm de domingo a jueves.
Viernes abierto hasta las 12 pm. 


 


3 comentarios:

  1. Esos horarios deben indicar que el negocio es suficientemente próspero para no tener que hacer jornadas maratonianas. Debe ser una suerte trabajar en la hosteleria y poder hacer esos horarios y además no perder clientes. Una pena que tenga pinta de desaparecer. O igual se reubican. Sera mi momento. Aún no he ido al Pujadas a pesar de estar en Santa Coloma desde mi nacimiento y vivir a excasos 2 minutos. No tengo perdón.

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  2. M'ha faltat alguna foto de la carta, i si no podieu per problemes tècnic detallar una mica el preu, dir que qualitat-preu està bé no sempre significa el mateix per tothom. Explicar a quins preus estan els plats, entrepans o patates al caliu hagués estat millor.

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  3. No he estat mai, i aixo que visc aprop, tindre que anar algun día encara que sigui a fer una cerveseta

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